La que sería la última colaboración entre Takeshi Kitano y Joe Hisaishi esconde algunas de las claves para entender no solo el estilo del director, sino también el del renombrado compositor japonés. A dos días de la salida de Brother en DVD y Blu-ray, nos tomamos un momento para repensar la banda sonora de este auténtico clásico con la ayuda de Martí Juan Batet, crítico musical en Mondosonoro.
Joe Hisaishi comparte con Kitano uno de los historiales de colaboración más longevos de su carrera musical, solo por detrás de su trabajo con Hayao Miyazaki. Plantadas sus raíces en el drama romántico Escenas en el mar (1991), la música de Hisaishi acompañó al rey de la yakuza durante nueve años, hasta Brother, cuya banda sonora sigue siendo hoy en día de las obras más únicas y reconocibles del compositor. Pero, para sorpresa de muchos fans del animador japonés, las piezas musicales para las películas de Kitano no tienen mucho que ver con las bandas sonoras que compuso para Studio Ghibli.
Versátil como solo puede serlo un creador nipón, para los films de Kitano, Hisaishi adaptó sus clásicas fanfarrias orquestales a un estilo bastante más repetitivo y minimalista, más cercano a Philip Glass y a John Cage que a la grandeza de John Williams: al fin y al cabo, no trabajaba con grandes fantasías épicas sino con historias crudas de tipos solitarios. A unos temas anti-épicos, se les suman los largos episodios de silencio que hay entre fragmentos con música en las películas de Kitano –por ejemplo, en Brother hay espacios vacíos de hasta quince minutos entre canciones. La violencia, tan elemental en el estilo del cineasta, suele ir aislada de cualquier montaje musical, como si el retumbar de los casquillos en el suelo y el silencio mortal ya fuesen parte integral de la banda. En todo caso, Hisaishi suele enmarcar musicalmente esta violencia para preparar al espectador: en Brother, sin ir más lejos, los tambores taiko que retumbarán durante el agitado tema de “Raging Men” ya se han introducido justo al principio de la película, muy de fondo, con el tema introductorio “Drifter in Lax”. Quien avisa no es traidor.
Además, Hisaishi es muy bueno respetando el espíritu hermético de las películas del cineasta japonés. En este sentido, a diferencia de tantas bandas sonoras clásicas, sus temas no añaden subtexto a las escenas en las que se insertan, aportando matices sentimentales a unos personajes que no los piden (Kitano filma a matones impertérritos, no a enamorados dubitativos). Al contrario, la música de Hisaishi aquí es muy yakuza: ante una violencia creciente y a priori inevitable, el latir de las piezas es pausado. Con la notable excepción de “Raging Men”, los temas de Brother son todos consistentes a nivel melódico y lentos (“Tattoo”); quizás la traducción musical más fiel de lo que significa ser un gánster japonés en medio del bullir de Los Ángeles.
Precisamente eso es lo que es Brother –la historia de un outsider que debe trasladarse a un país completamente desconocido para evitar una muerte segura. Aniki Yamamoto (Beat Takeshi), nipón hasta la médula y sin conocimiento alguno del inglés, se muda a la gran ciudad americana y decide cambiar su destino para bien. Para ello, no renunciará a su identidad, marcada por los códigos de hermandad y honor, ni a su carácter tranquilo pero vehemente. El resultado es un choque cultural inevitable para el grupo de traficantes de poca monta que son Denny (Omar Epps) y sus amigos, en cuya base se instala el elegante mafioso. ¿Cómo se traduce esta mezcla explosiva en la música de la película?
Joe Hisaishi halla la respuesta en el encuentro de la música más icónicamente americana de todas, el jazz (más concretamente, el cool jazz), y unas claras reminiscencias de la tradición musical japonesa. El cool jazz es un estilo musical que surgió a finales de la Segunda Guerra Mundial, como respuesta al agitado bebop, y que se caracteriza por la incorporación de arreglos formales y elementos de la música clásica. Desglosemos las piezas musicales para verlo más claro.
Polisemia musical
Como compositor, Hisaishi siempre ha sido muy temático y la prueba está en que sus melodías son increíblemente fáciles de recordar (probadlo y veréis). Este carácter marcadamente temático es de por sí muy propio del mismo jazz, que por definición introduce una melodía sencilla que los distintos instrumentos van reinterpretando y sobre la cual es muy fácil improvisar. Esto va de maravilla para la filmografía de Kitano, que siempre se ha visto protagonizada por individuos inmóviles, impertérritos y sin grandes arcos de personaje, cuyas acciones son determinadas más por fuerzas externas que por motu propio. Así es que en Brother haya un solo tema principal, introducido desde la primera nota, que va repitiéndose y mutando de significado según en qué escena se utilice. Por ejemplo, “Brother”, la energética melodía de los créditos es exactamente la misma que la raíz del tristísimo tema final, “I love you… Aniki”, pero ¿Quién diría que con la misma concatenación de notas podrían conseguirse efectos tan distintos?
Impresionismo melódico
Hay quien dice que los japoneses son verdaderos expertos en imitar y mejorar, y en materia musical no se quedan atrás. Por eso, era inevitable que un compositor japonés tan apegado a las melodías como es Hisaishi acabara complejizando los pocos temas de la película hasta crear auténticas obras de orfebrería musical. Para explicarnos, lo mejor es escuchar la pieza “Drifter in Lax”, donde aproximadamente los dos primeros minutos de canción están dedicados al tema principal en trompeta con un suntuoso fondo de cuerdas y taiko, mientras que el resto de tiempo lo dedica enteramente a realizar virtuosas variaciones en forma de pregunta y respuesta independientes alrededor del tema principal, que solamente aparece como tal una vez más, esta vez en piano.
En una suerte de gesto impresionista (casi raveliano), Hisaishi complica este sencillo tema con capas y capas de instrumentalización, porque también en la confluencia de voces musicales (en la suma de los sonidos de la orquestra) pueden crearse significados respecto a la película. Por ejemplo, en “Blood Brother”, situado muy cerca del sangriento clímax, el compositor vuelve a incorporar el piano, vinculado al positivo tema principal, pero esta suena muy de fondo, completamente superado por el peso de unas cuerdas amenazadoras. Cuando a mitad de pieza el piano vuelve a resurgir, se genera una suerte de diálogo con las cuerdas, que acaban imponiéndose en una nota grave. Un equivalente musical para la narrativa fílmica.
Textura musical
Pero si la música de Brother debe ser recordada por algo, es por el esfuerzo que Hisaishi puso en la americanización de la textura musical de sus piezas. Por eso, al silencio espectral y a los taiko japoneses tan propios de Aniki y su destino, se les contraponen sonidos cien por cien occidentales, como esos vivaces scratch del principio de “Brother”. No es nada nuevo, pues el compositor siempre ha adaptado su estilo a la localización de las películas sobre las que trabaja. ¿Recordáis ese muy europeo compás 4/3 de las canciones de Porco Rosso?
El marcado carácter noir de la película de Kitano se traslada también a nuestros oídos, con piezas como “Solitude”, que rezuma oscura elegancia à la Bernard Hermann y cuyo título podría hacer referencia al clásico de Duke Ellington. El noir, tan íntimamente ligado al estrato suburbano de los Estados Unidos, suena a piano, a saxos, a trompetas, a cuerdas. Hisaishi recoge este sonido y homenajea algunas de las grandes figuras del cool jazz: Chet Baker, Miles Davis... Con un toque especial. Os dejamos que comparéis vosotros mismos.
¿Os han entrado ganas de ver o volver a ver Brother? A nosotros sí. Estad atentos al lanzamiento en DVD y BD de este auténtico clásico y no os perdáis el sangriento viaje de Aniki Yamamoto a la ciudad más negra de América.
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