Guía básica para redescubrir ZATOICHI
Con el lanzamiento de la remasterización del Zatoichi de Kitano aún caliente (aquí, en una edición con libreto y horas de extras), os explicamos todo lo que necesitáis saber sobre uno de los iconos más representativos del género chambara y, en realidad, del panteón de la cinefilia japonesa en general. ¿Quién era Zatoichi antes de que el director tomase las riendas y tiñese el personaje de rubio platino? Poneos el Festivo de Keiichi Suzuki, y a leer.

El origen de Zatoichi
Zatoichi apareció por vez primera en «La leyenda de Zatoichi», novela corta de Kan Shimozawa sobre las aventuras de un espadachín ciego durante la era Edo. Shimozawa había leído, documentándose para una de sus historias, sobre un masajista ciego, residente en la actual cuidad de Iioka (prefectura de Chiba), que mantuvo la yakuza a raya durante el período de prohibición del uso de espadas del Japón del siglo XIX. Por lo que cuenta el autor, era insólito que un individuo de la más baja calaña lograse imponer justicia en un momento en que, a pesar de la ley, la yakuza, liderada por Sukegoro Ishiwata (1792-1859) seguía portando armas con total impunidad, con el beneplácito de las autoridades locales. Para enfatizar el carácter heroico de este «pobre diablo», Shimozawa le dio el nombre de «Zatoichi», en el que «Zato» hace referencia al título otorgado al rango más bajo de los miembros del sindicato de ciegos (todoza) –que aunaba a especialistas en acupuntura, masajistas y músicos itinerantes, oficios solo ligeramente mejor considerados que los ejercidos por los intocables (eta)–. Por su parte, «Ichi» puede ser la versión corta «para Ichitaro, o Ichigoro, o quién sabe qué», en propias palabras de su creador.

Sin embargo, en la novela de Shimozawa que toma el nombre de este supuesto justiciero no solo contiene una gran masa de información sin contrastar o directamente apócrifa, sino que toma nulo interés en describir al personaje: sabemos que es ciego, ducho con la espada, gracioso, renombrado pero pobre, atractivo para las mujeres, con un fuerte sentido del honor y sabemos también que le encanta jugar a los dados. Cuatro rasgos esenciales para un «protagonista» que en ocasiones desaparece de la historia durante escenas enteras y cuya ausencia deja claro que Shimozawa estaba más interesado en hacer un trabajo casi enciclopédico con el estado de la yakuza en el siglo XIX que en contar una historia con pies y cabeza.
Así es que, cuando los ejecutivos del estudio Daiei leyeron la novela, supieron que habían encontrado la base perfecta para construir a un héroe icónico casi de cero. El elegido para encarnarlo sería Shintaro Katsu, que, espada de caña en mano (de nombre shikomi-zue), transformaría el mediocre folletín en una de las sagas más duraderas de la historia de Japón.
¿Quién es Zatoichi?
Hoy en día, han sido ya bastantes los actores que se han puesto en la piel del masajista, aunque como veremos –alejándonos de ese quisquilloso concepto que es el canon–, solo dos han perdurado en el imaginario popular. Se trata, efectivamente, de Shintaro Katsu y de su doble de autor, Takeshi Kitano.
Shintaro Katsu protagonizó todas y cada una de las 25 películas de Zatoichi que la Daiei lanzó entre 1962 y 1973. Cuando, dieciséis años después este volviese para escribir y dirigir el final de la saga cinematográfica, ya no había nadie en Japón que no supiera quién era el espadachín y que no lo conociera por el imperturbable rostro del actor. Katsu es un caso aparte en un mundo en que los Bonds, los Sherlock Holmes y los Dr Whos, todos ellos personajes míticos, van cambiando de rostro durante los años, con la naturalidad con la que la fama de un intérprete crece y de deshincha. Para el japonés, sin embargo, el personaje era suyo; así es que, antes de Zatoichi: Darkness is his Ally, entrega final de la saga (1989), entre 1974 y 1979, Katsu lanzara y protagonizara una serie de cuatro temporadas y cien capítulos que retomaba algunas de las historias más conocidas del ciego y abría nuevos caminos en su constante deambular. ¿Quién financiaba el eterno retorno de Katsu al mundo que había creado? Básicamente, el mismo Katsu, que fundó su propia productora para que las seis últimas películas de la saga –y la serie– se hicieran realidad, con distribución de la Daiei, entre otras.

Con todo este bagaje a sus espaldas, con la muerte del actor en 1997, parecía que el personaje iba a quedarse huérfano para siempre. Sin embargo, Chieko Saito, dueña de una serie de establecimientos de ocio nocturno y muy buena amiga de Katsu, tenía otra idea: revivir la memoria de su amigo a través de uno de los cineastas de más éxito del momento. Así es como Kitano, que venía de estrenar Dolls (2002) con gran éxito entre la crítica internacional, recibió una oferta que nunca creía que iba a aceptar. Al fin y al cabo, durante su carrera como humorista televisivo, había parodiado en infinitas ocasiones al personaje de Katsu –hacia el que, como cuenta en una entrevista exclusiva de la remasterización, tampoco sentía un gran interés–. Sin embargo, una segunda propuesta de Saito cambiaría su opinión: tenía absoluta libertad creativa, solo debía respetar sus cuatro rasgos esenciales. Como recordaréis, esa fue la clave del éxito de las primeras entregas de la saga: un material de base bastante abstracto, sin un canon que cumplir, que permitiera crear algo fundamentalmente nuevo.

Y, así, Kitano acabó dirigiendo su primer encargo, su debut en una historia de época y su primera cinta trabajando al lado de Keiichi Suzuki, a quien os encomiendo para que escuchéis, si aún no lo habéis hecho, la magnífica banda sonora de la película. Al son de A Road to a Post Town, os recuerdo que tenéis mucha más información y anécdotas sobre la película de Kitano en la edición remasterizada que hemos estrenado en DVD y Blu-Ray, con libreto y un buen montón de materiales adicionales.
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